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Regresamos a su casa y tuvimos muy buena cena. Empezamos con salmón ahumado, seguimos con faisán con salsa de champiñones, puré de papa y ensalada, terminamos con un pie que me parece era de queso, pero no me acuerdo. Todo acompañado con vino tinto y al final con whiskey como digestivo. En todo momento Claire y sus padres se mostraron muy atentos y pendientes por complacer a sus visitas al máximo. A mí me dieron a probar de tres whiskeys distintos y una ginebra que prepara el señor con una fruta o especie de mora. Le llama sloe gin, sloe con E.
Platicamos un rato y no muy tarde nos fuimos a dormir.
El viernes lo empezamos como a las 9 de de la mañana después de que la
mamá de Claire nos dio las instrucciones para llegar al centro de
Glasgow. No estuvimos más que esa mañana en Glasgow y por ende no
conocimos mucho. Sólo anduvimos por las calles principales, la plaza
central (George Square), la catedral (la foto abajo) y la
necrópolis.
Tomamos el lunch y nos cambiamos de pueblo para visitar Stirling que es famoso porque ahí se libró una de las batallas que sostuvo William Wallace en contra de los ingleses. En el mapa de arriba no aparece, pero se encuentra a la mitad de Glasgow y Edinburgo, casi en la punta de la bahía.
William Wallace es uno de los héroes escoceses y es aquel que no hace mucho personificó Mel Gibson en la película de Braveheart. En el filme se muestra precisamente la batalla de Stirling y aunque el combate no fue del todo como lo muestra Hollywood, sí ganaron los de las faldas. Que si por cierto uno les llama "skirts" algún escocés estará pronto a corregir la falta argumentando el nombre correcto es "kilt".
Es en pequeñas cosas como esas que se distingue el profundo sentimiento regionalista, o más bien, nacionalista de los escoceses. Su orgullo por sus propias palabras y hasta su propia lengua, aunque me parece ya es muy poca la gente que la habla. Escocia es parte del Reino Unido, no se trata de un estado soberano y es gobernado por el gobierno británico en Londres. Sin embargo, tienen su propio sistema legal, su propia liga de fútbol (independiente a la inglesa) y hasta sus propios billetes que aunque valen igual son de distinta impresión.
Así que jamás confundir un escocés con un inglés, pues si se le preguntase al primero si viene de Inglaterra la respuesta sería un rotundo NO. Y tiene razón pues son cosas distintas, además de que simplemente no se quieren unos a otros. Me han dicho que es por razones históricas, pero investigué que incluso hoy en día, un 30% de los escoceses favorecería la disolución del Reino Unido. Y de primera instancia, oír a Claire decir a Rob que aunque Escocia había perdido en el rugby contra los ingleses, ojalá ganaran los irlandeses el partido siguiente para así estuviesen los anglos "kissing celtic arse". En fin, creo ya he dejado claro el punto que trataba de explicar con respecto a la antipatía que sienten los escoceses hacia los ingleses. Y no sólo los escoceces, también los irlandeses, galeses y franceses, aunque es cosa mutua y en sentido contrario, el sentimiento es reciproco.
Llegamos a la capital escosesa el sábado al medio día y lo primero que hicimos fue pasar al castillo que domina la ciudad sobre una colina. El clima estaba siendo muy bueno y aunque no se podía andar en mangas de camisa, el cielo estaba muy claro y no llovía. Después de la visita, caminamos por la Royal Mile que es la calle que baja del castillo y llega hasta el palacio de Holyrood, actual residencia de la reina de Escocia (la reina madre). Esta calle atraviesa la parte más vieja de la ciudad y en verdad es muy bonita.
No caminamos mucho ese día pues buscábamos algún lugar donde pasar la noche ya que obviamente para este viaje no habíamos hecho ninguna reservación. Encontramos un centro de información de la policía, entramos a preguntar por la dirección de un hostel y la señorita que nos atendió se mostró atentísima. Sacó una lista de hosteles, llamó al primero, pero no había cuartos. Marcó al segundo, al tercero, al cuarto, al quinto y ya me empezaba a preocupar la posibilidad de tener que dormir en el coche pues en ninguno encontraba habitaciones. Finalmente, después de unos 15 minutos de llamadas, nos consiguió y reservó un cuarto en el Belford Hostel.
Recogimos el coche, dimos unas cuantas vueltas y al final encontramos Palmerstone Place, que era la calle donde se suponía estaría el hostel. La recorrimos toda y no hubo señal del lugar. La volvimos a recorrer un par de veces y no fue sino hasta la cuarta, cuando dimos con el lugar. Y cómo íbamos a dar con el hostel si se trataba de una iglesia. Una iglesia con ventanales y campanario, pero semi-acoplada para ser hostel. Al principio, me agradó la idea de dormir en lo que era una iglesia, pero las cosas empezaron a cambiar poco a poquito.
Primero, el cuate que nos registró nos pidió una identificación pues argumentó que "Sometimes some dodgies come to stay..." y uno nunca sabe. Luego, nos asignó un cuarto para cuatro y nos advirtió que cabía la posibilidad de que una cuarta persona ocupara el espacio vacante en las literas si se llegaba a registrar alguien más esa noche. Finalmente, cuando nos mostró el cuarto y los baños que se compartían entre no sé cuántos huéspedes, cambié de parecer. Ya no era tan emocionante dormir en una iglesia y después de pasar la noche con un frío de la fregada, me convencí por completo que mi vocación no es la de ser religioso. Las regaderas ni las quise ver.
El domingo, caminamos un poco más por la ciudad, regresamos a Sheffield, fregué una llanta del coche rentado y se acabó el viaje.
Otro par de fotos: