Mi vuelo llegó a Madrid alrededor de las 13hrs y tuve que correr para pasar migración, tomar un camión y llegar a la terminal de donde saldría el avión que me llevaría a Paris. Originalmente tendría tiempo suficiente para hacerlo, pero la hora de retraso en México me puso a correr, aunque en vano pues el vuelo de conexión también estaba retrasado.
Considerando el atentado de hacía dos días, hasta ese momento las medidas de seguridad por las que había tenido que pasar no estaban fuera de lo común. Exceptuando la revisión de mis maletas al entrar al estacionamiento del aeropuerto internacional Benito Juárez, todo normal. Detuvieron el coche, pidieron abriera la cajuela, echaron un ojo a lo que traía y con sólo palpar mis maletas, sin tener que bajarlas del coche y sin tener que abrirlas se dieron cuenta de inmediato que el contenido de mi equipaje no representaba peligro alguno para el avión. En Madrid los oficiales de migración tampoco hacían gran cosa y sólo se dedican a poner sellos. Tal vez no les han informado a los gallegos que se tienen que fijar que la foto en el pasaporte corresponda con la cara del viajante. Aún más curioso fue Paris, pues al llegar al aeropuerto, recoger mis maletas y caminar un poco, me di cuenta que ya estaba en la calle. En fin, me imagino que cuando uno llega a Paris desde algún otro país de la comunidad europea, no hay ya que pasar el trámite migratorio.
Así que una vez llegado a Paris y una vez recuperado mi equipaje, cambié unos pocos de dólares por francos y me formé en la fila de los taxis. Por experiencia previa sabía que existe un autobús que te lleva del aeropuerto a la ciudad, pero considerando lo cargado estaba de equipaje preferí formarme en la fila los taxis hasta que vi pasar el primer camión. Mi dialogo interno: “Seguiré esperando taxi… Mejor me voy en camión… Mejor en taxi… En camión es más barato… En taxi es más fácil…”
En fin, resultó que al ver pasar el primer camión a Paris y verlo casi vacío, decidí dejar la fila de taxis y unirme a la de camiones. No pasó nada. No se asusten. No se decepcionen. No se emocionen. No me caí, ni perdí las maletas. No hay más anécdota y aún con tanto equipaje, no fue ningún problema tomar el Orlybus a Paris y ya en la ciudad tomar un taxi a casa del Top.
En la foto, el Top es el de la derecha con la bandera enrollada. El Top abraza a Alida, su prima. Entre Alida y Yoni está una chava ecuatoriana. Arriba de mí, Yessica una chava del TEC. A su derecha Kashif Javed (un paquistaní que trabaja con el Top). Hasta la izquierda Daniela, la novia del Botas. El Botas es quien está tomando la foto y quien también salió del TEC y trabaja con el Top. El chavo haciendo la seña de amor y paz y la chava a su lado… nadie supo.
Esta foto la tomamos el 16 de septiembre en la fiesta que organizó la embajada mexicana. Fue uno de los pretextos para que visitara al Top antes de llegar a Sheffield y como se ve, nos la pasamos muy bien. Llegamos a la fiesta un poco tarde, justo al momento en que estaban terminando de dar el grito y empezaban con el himno nacional. Hubieron mariachis, un grupo de salsa, antojitos mexicanos y cervezas mexicanas (las cervezas costaban 20 francos que para el estándar de antros franceses es muy barato). De la gente, varios mexicanos pero también un chorro de franceses.
La mejor manera de conocer Paris es a pie. Se puede tomar el metro o el camión cuando se tiene algo muy particular planeado para hacer y no se quiere perder el tiempo en llegar hasta ese lugar. Si sólo se quiere turistear lo mejor es mirar el mapa en la mañana antes de salir de dónde sea se está uno hospedando, planear un recorrido y caminar y caminar. Es más, si se sale a caminar y no se mira el mapa más que en la mañana y simplemente se camina y se camina dejándose uno llevar, las sorpresas son más gratas. Así que sólo caminé sin tener fijado ningún destino en especial y las cosas fueron saliendo por sí mismas poco a poquito. Me refiero a que en Paris no es mucha la distancia que separa cada bonito edificio, de alguna plaza, un monumento o hasta quizás el lugar a dónde originalmente planeabas llegar.
Para llegar a Fontainebleau, se puede tomar alguno de tres trenes que pasan por el pueblo y una vez en la estación de trenes se toma un camión que te deja en la entrada del palacio. Salí de la Gare de Lyon en Paris y compré un paquete de 130 francos que incluía el tren y camión de ida y regreso, la entrada al castillo y una audioguía. En cuanto a distancia, Fontainebleau es análogo a lo que sería Cuernavaca del DF, pero incluso me parece está más cerca, pues el tren a penas hizo 45 minutos. Hay trenes saliendo aproximadamente cada hora y es la tercer parada después de Paris donde se debe uno bajar.
Llegué a la estación de la pequeña ciudad, tomé el camión que atraviesa el pueblo, recogí mi audiguía y caminé más de 4 horas por los jardines y el castillo en sí. No es un lugar tan impresionante como Versalles, pero como se ve arriba sí se trata de un lugar muy bonito y lleno de historia. Pasaron por ahí Francisco I, Enrique IV, Luis XVI y Napoleón. Tienen el que me parece es el único salón del trono que queda en Francia y también una recámara que ha pertenecido a todas las reinas de Francia a partir de no recuerdo quién.
Luego, la foto de aquí abajo la tomé el jueves que llegué y salí a cenar con el Top a una plazuela que está muy cerca de la iglesia del Sagrado Corazón, en donde además de restaurantes hay pintores, vendedores y uno que otro músico. Esta vez no me tocó ver mucha gente en la calle y tampoco todo ese folclor callejero, quizás porque era de noche o quizás porque estaba haciendo frío.
De hecho, el clima que me tocó en Paris fue bastante malo. Exceptuando la tarde del segundo jueves y todo el segundo viernes, siempre estuvo nublado, con frío y a veces hasta lloviendo (segundos jueves y viernes pues llegué a Paris un jueves y me fui a Sheffield el sábado de la semana que siguió). Incluso me dio un poco de gripa. Entonces muchas de las fotos que tomé salieron un tanto grises, pero el jueves que salí del museo de Orsay, el cielo había abierto y estaba viéndose un atardecer increíble. Crucé el Pont Royal hacia Louvre y a la mitad del puente, tomé esta última foto de mi semana en Paris.
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